domingo, 3 de julio de 2011

ANÁLISIS SOBRE EL GÉNERO VAMPÍRICO EN LA LITERATURA.

DE LAS LEYENDAS ANTIGUAS A CREPÚSCULO: UN ANÁLISIS A LA MITOLOGÍA VAMPÍRICA EN LA LITERATURA.

Con la llegada próxima de una nueva entrega de la saga Crepúsculo en cines, me surgieron algunas preguntas sobre la metamorfosis sufrida por el vampiro y su mito a través de los años: ¿Cuándo fue que los vampiros pasaron de ser seres aterradores y monstruosos a metrosexuales irresistibles? Y ¿Por qué, a pesar de sus detractores, Crepúsculo se ha transformado en una saga literaria que gusta a las personas?

Todavía recuerdo la primera vez que tomé entre mis manos el libro de Crepúsculo, debo decir que cuando menos, la premisa me pareció interesante, adquirí el libro y lo leí. Al terminar de leer aquel libro me llevé una total decepción, mi experiencia fue comparable a estar leyendo un Romeo y Julieta con artificios fantásticos. La historia no me ofreció sino una visión de lo que la gente llama “amor verdadero” y que es, por sí mismo, un producto artificial; eso sin contar a unos vampiros que, indudablemente, no lo son y una protagonista acartonada y encerrada en quejas, dimes y diretes en torno a su existencia vacía. En mis adentros creí que aquel libro no pasaría de ser leído por unas pocas personas, conjetura errónea, puesto que a las pocas semanas después de que lo leyera, ya se había transformado en un best-seller internacional. Mi mente no alcanzaba a comprender qué hacía a aquel producto tan rentable y mi frustración por tratar de mostrarle a la gente que aquello que leían no era literatura de vampiros se fue acrecentando cada vez más y más, y alcanzó su cúspide en un diálogo sostenido entre una prima menor a mí y yo mismo, que fue más o menos así:

-Oye primo, ¿quién es Anne Rice?

-Una escritora de literatura vampírica, ¿por qué?

-Es que a mí me gusta la literatura vampírica, pero creo que esa tal Anne Rice le copió a Stephanie Meyer (la autora de Crepúsculo).

Ese, para mí, fue el colmo de los colmos.

SIGUIENDO EL RASTRO DE SANGRE: EL VAMPIRO EN LA ANTIGÜEDAD.

Como muchas criaturas fantásticas, el vampiro tiene su origen en el folclore de distintas culturas. Sin embargo, el vampiro que principalmente nos interesa rastrear es aquel del que se deriva toda la cultura vampírica de la actualidad, es decir, el vampiro occidental europeo. El psicólogo Carl Gustav Jung tenía la hipótesis de que el vampiro había surgido de la necesidad de personificar a las sombras, de manera que se transformaría en parte de los arquetipos que conforman la maldad. El mito del vampiro se esparció por toda Europa, ganándose así un espacio dentro de la memoria colectiva de las personas. Otra de las teorías del surgimiento del vampiro proviene de poder personificar los males que azotaban a Europa durante el siglo XVII, como las epidemias y las pestes, a las que no se les podía dar una explicación científica en aquel tiempo. Se creía entonces que el vampiro se alimentaba de la energía de la gente, ¿qué fue entonces lo que lo llevo a transformarse en el bebedor de sangre que hoy día conocemos? La respuesta reside en dos cosas: literatura e historia.

Hay dos personajes (en realidad cuatro, si contamos a los escritores) que impulsaron la creación de los vampiros bebedores de sangre. Me refiero a Vlad Tepes, Erzebeth Bathory, Joseph Sheridan Le Fanu y Bram Stoker. Los primeros dos mencionados son figuras históricas y los segundos, escritores, entonces, ¿qué es lo que liga a unos con otros?

Vlad Tepes era un noble nacional rumano que vivió en el siglo XV. Era conocido como “El empalador”, porque era precisamente ese el método que utilizaba para torturar y asesinar a sus víctimas. No mataba por gusto, de hecho, en su natal Rumania es considerado un héroe, pues liberó de bandidos a su pueblo. Fue la mente del escritor Bram Stoker la que después se encargaría de darle un giro a la historia de Vlad, transformándolo en uno de los primeros vampiros (de hecho, el primer vampiro masculino) conocidos en el mundo de la literatura a través de la figura del conde Drácula. Drácula fue precisamente el título que Stoker le dio a su opus magnus inspirada, en gran medida, por el sanguinario Vlad Tepes.

Por su parte, Erzebeth Bathory es conocida hasta nuestros días como “La condesa sangrienta”, apodo que no es de gratis, ya que mató a un importante número de doncellas vírgenes y que después desangraba para posteriormente, bañarse en su sangre. La explicación del porqué de tan atroz acción: Bathory estaba emparentada con cultos de magia negra y uno de estos decía que ella podría permanecer joven si se bañaba con la sangre de mujeres jóvenes. Erzebeth vivió entre los siglos XVI y XVII, y en 1872, el escritor Joseph Sheridan Le Fanu crearía a partir de la historia de Bathory, al primer vampiro en la historia de la literatura: Carmilla.

Tanto Drácula como Carmilla comparten, ciertamente, algo que los hace inhumanos: carecen de sentimientos y, si llegan a mostrarlos, es sólo como una fachada para pasar desapercibidos entre los humanos, para ser aceptados por estos y después, traicionarlos. Esto sin mencionar que son sensibles al sol, temen a las estacas, la religión y la profanación de sus tumbas, pues es en sus cuerpos, supuestamente muertos, donde yacía la clave para aniquilarlos.

FAMA Y FORTUNA FUERA DE TRANSILVANIA: EL SALTO DEL VAMPIRO A LA CULTURA POPULAR.

El inicio del siglo XX trajo consigo a un vampiro enormemente influenciado por Le Fanu y Stoker. El escritor Howard Philips Lovecraft utilizó en un cuento al que tituló El intruso a un vampiro tanto como protagonista de la historia como narrador. En Soy Leyenda, Richard Matheson nos habla de las desventuras de un científico tratando de encontrar la manera de sobrevivir en una ciudad de Los Ángeles post-apocalíptica. Similar al trabajo de China Melville en su cuento El azogue, que bien puede verse como una interpretación futurista de lo que Matheson hizo. El último autor en entregar algo cercano al mito del vampiro antiguo sería Stephen King con su libro El misterio de Salems Lot, el cual es uno de los últimos grandes libros de vampiros influenciados por la antigua literatura vampírica y el folclor de los pueblos europeos.

Anne Rice fue la primera autora que humanizó a los vampiros, no así los hizo inmunes a aquello que en la literatura antigua les hacía daño. Eran fuertes, bellos, pero eran, como todo vampiro que se digne de serlo, seres condenados a la soledad que sin embargo, comenzaban a desarrollar lazos afectivos con los demás. Si bien fue Rice la que abrió brecha a una innumerable cantidad de escritores para dar un nuevo paso en la literatura vampírica, fueron los autores que vinieron después de ella los provocadores de que el vampiro se transformara en la caricatura (porque no encuentro otra forma de llamarla) que es el vampiro actualmente. Rice no sólo abrió brecha a una serie de escritores de vampiros, sino que feminizó la cultura vampírica. La hizo propia de las mujeres, la afeminó, probablemente sin quererlo. Fue la iniciadora de la decadencia sin saberlo y, probablemente, no de manera intencional.

Vendrían después de las famosas Crónicas vampíricas de Anne Rice un gran amasijo de escritoras que tratarían de emularla. Por mencionar algunas de las más famosas: Lisa Jane Smith con su saga The vampire diaries y Charlaine Harris con la saga de Sookie Steakhouse. Cada vez se empezaba a perder más y más la esencia del vampiro. Era cuestión de tiempo para verla morir.

DEVENIR DEL MITO DEL VAMPIRO. LA LUZ AL FINAL DEL TUNEL.

Crepúsculo fue la saga que destruyó en todo sentido el mito del vampiro. Quién sabe en qué habría estado pensando su creadora, Stephanie Meyer, al dejar al vampiro sin ninguna de las características que lo hacía eso mismo, un vampiro. La destrucción de referencias es evidente, y el vampiro sólo sirve como un pretexto para una historia que nada tiene que ver con ello (es decir, bien podría tratarse del guión de una telenovela gringa, argentina o mexicana). Vampiros que temen morder, que pueden salir a la luz del sol, respiran y hacen todo lo que un humano hace, e incluso más.

El vampiro ha muerto, ¿o no?

Fuera de los resultados a nivel ventas que ha tenido la saga de Crepúsculo, autores como Guillermo del Toro y Chuck Hogan, Carlos Fuentes o John Ajvide Lindqvist, tratan de revivir el mito del vampiro como lo conocíamos en la antigüedad a través de historias que resultan, además de novedosas, actuales en cuanto a sus temáticas. En Nocturna, del Toro y Hogan unen fuerzas para escribir una historia que fusiona elementos clásicos del folclore europeo con una historia vertiginosa en la que el vampirismo se propaga en las calles de Nueva York. Fuentes hace un trabajo extraordinario en Vlad, que nos relata los andares de un vampiro retirado de su natal pueblo en el México contemporáneo. Por último, John Ajvide Lindqvist nos presenta la verdadera faceta del amor en Déjame entrar, obra que le ha valido el reconocimiento de la crítica literaria a nivel mundial y que nos narra la historia de Oskar, un niño que conoce a una niña de la cual se enamora conforme la conoce. El problema es que esa niña no es una niña… No quiero decir mucho más, tan sólo que el autor ha reconocido que una de sus grandes influencias fue la ya antes nombrada Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu.

Aún hay una luz al final del túnel. El vampiro sigue vivo.